Seamos
honestos: ¿Cuántas veces hemos rechazado el consejo o idea que nos dan nuestros
padres, maestros o cualquier otra
persona y después hemos visto que ellos tenían la razón?
Es
increíble. A diario nos llegan perlas de gran valor envueltas en pañuelos, y que
despreciamos por su apariencia o por su mensajero. Otras veces somos tan ciegos
que ni aunque nos pellizquen las vemos. Así pasa con muchas de las buenas
palabras que emitimos a diario, unos las desperdician y otros la aprovechan.
Ahora bien
¿y qué cuando somos nosotros los emisores de estos buenos mensajes? Es
decepcionante, triste y a veces irritante que nos ignoren, ¿cierto? Y lo es más
si tenemos en cuenta que muchos otros engañan a la gente y sacan provecho de su
credulidad.
¿Cuál es la
clave entonces para persuadir?
Aristóteles,
padre de la retórica (arte de persuadir), nos dice que esta depende de 3
aspectos esenciales:
Ethos-
Carácter del emisor
Logos- El
Mensaje
Pathos-
Emociones del receptor
En resumen,
para persuadir a alguien de hacer algo debemos proyectar confiabilidad y buenas
intenciones (y no sólo proyectarlas sino tenerlas); elegir el mensaje adecuado
(con argumentos racionales y convincentes) y por último, despertar el factor
emocional en las personas (lograr que nuestro mensaje toque sus “fibras más
sensibles”).
Otros factores relevantes: el tiempo, el lugar y el medio (verbal, escrito,
etc.)
Si logramos
persuadir a alguien a que sea mejor,
Que transforme su realidad,
O que no
cometa el error de su vida
Seremos
felices porque la perla que compartimos se ha multiplicado
Ahora nos pertenece a ambos.
Más informes en: http://es.wikipedia.org/wiki/Ret%C3%B3rica
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