Nuestra naturaleza básica consiste en actuar, no en que se
actúe sobre nosotros. Esto nos permite elegir nuestras respuestas a circunstancias
particulares, y además nos da poder para crear las circunstancias.
Tomar la iniciativa no significa ser insistente, molesto o
agresivo. Significa reconocer nuestra responsabilidad de hacer que las cosas sucedan.
A lo largo de los años frecuentemente he tenido la
oportunidad de asesorar a personas que querían conseguir mejores empleos; les
he aconsejado mostrar más iniciativa: hacerse administrar tests de intereses y aptitudes,
estudiar la industria, incluso los problemas específicos que afrontan las
organizaciones, y que después elaboren una exposición efectiva para demostrar
de qué modo sus capacidades pueden ayudar a resolver las dificultades de la
organización. Esto se llama «venta de la solución» y es un paradigma clave del éxito
comercial.
La respuesta es, por lo general, el acuerdo: la mayoría de
las personas advierten cuan poderosamente ese enfoque acrecienta sus
posibilidades de encontrar empleo y progresar.
Pero muchas de ellas no daban los pasos necesarios, no tomaban la
iniciativa para llevar esa técnica a la práctica.
«No sé a dónde ir para someterme a los tests de intereses y
aptitudes.»
« ¿Cómo estudiar los problemas de la industria y la
organización? Nadie quiere ayudarme.»
«No tengo la menor idea de cómo se realiza una exposición
efectiva.»
Muchas personas esperan que suceda algo o que alguien se
haga cargo de ellas. Pero las personas que llegan a ocupar los buenos puestos
son las proactivas, aquellas que son
soluciones para los problemas, y no problemas ellas mismas, que toman la
iniciativa de hacer siempre lo que resulte necesario, congruente con principios
correctos, y finalmente realizan la tarea.
Cuando alguien de nuestra familia, aunque sea uno de
nuestros hijos más pequeños, adopta una posición irresponsable y espera
que algún otro se enfrente con las cosas
o proporcione una solución, le decimos «¡Usa tus R’s e I’s!»
(Recursos e Iniciativas). En realidad, antes que nosotros digamos nada, suele
ocurrir que el quejoso se responda a sí mismo: «Ya lo sé... Tengo que usar mis R’s
e I’s».
Mantener a las personas en el curso de la responsabilidad no
es humillante; es afirmativo. La proactividad forma parte de la naturaleza
humana, y, aunque los músculos proactivos puedan encontrarse adormecidos, sin duda
están en su lugar. Al respetar la naturaleza proactiva de las otras personas,
por lo menos les proporcionamos un reflejo claro, y no distorsionado, de su
figura, en el espejo social.
Fuente: Los 7 hábitos de la Gente Altamente Efectiva, de Stephen Covey
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