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miércoles, 19 de mayo de 2010


Por: Alex Day

Para vivir con plenitud el hombre necesita satisfacer tres áreas: la corporal, la mental y la espiritual. Y cada una debe expresarse a la perfección. Por ejemplo, cuando se trata de satisfacer el cuerpo, de hacer el amor, hay que hacerlo en toda su plenitud, pues así brindaremos satisfacción a la mente y armonía al alma. Hablando de las parejas unidas en matrimonio, cuando se trate de hacer el amor, hay que hacer el amor. No utilizar al otro para satisfacernos temporalmente. Debe ser una entrega total.

Por otro lado, si hablamos de trabajar, entrégate también en cuerpo y alma, con toda pasión, a tu tarea. Se acabó el hacer las cosas a medias: eso nos limita espiritualmente. Para salir de ese mundo de limitación –en el cual viví mucho tiempo-, hay que creer que somos capaces de hacerlo. La Biblia nos estimula al respecto: Deberás surgir de entre las masas, de entre lasa masas debes surgir. O sea, tienes que ser extraordinario. Cuando llegué a Estados Unidos pensaba “¿Cómo yo, que limpiaba zapatos, que empecé desde abajo, que no sé inglés, voy a triunfar más que otras personas nacidas aquí, que recibieron una buena ecuación, que viven con sus padres, que cuentan con muchas más ventajar? ¿Por qué la voy a hacer? ¿Estaré soñando lo imposible?”

Más adelante mi subconsciente me respondió: “No estás soñando lo imposible. Te diré por qué tú sí vas a triunfar y ellos no. Porque mientras ellos duermen o descansen, tú vas a trabajar. Mientras ellos disfruten, tú vas a pensar: Mientras ellos jueguen, tú vas a crear. Y al usar al máximo tu mente y tu tiempo, lograrás todo lo que desees”.

El autor del antiguo libro que tanto me admiró continúa diciendo que, dondequiera que haya una función no expresada, se crea un deseo insatisfecho.

Eso significa que es necesario crecer en todos los aspectos: el físico, el mental y el espiritual. Si alguna de esta funciones no se expresa, alguno nos falta y ese vacío es difícil de llenar.

Cada uno de nosotros nacimos para ser omnipotentes; nacimos reyes y reinas. En nuestra infancia, todo lo que queríamos estaba a nuestra disposición.
Hacíamos lo que nos antojaba.
Para comprobarlo, interactúa con un niño. Cuando mi hijo tenía tres o cuatro años, le pregunté:
-¿Qué quieres hacer hoy?, su respuesta fue:
- Mira, vamos a McDonalds, y al cine, después me llevas a comprar un juguete, y en la tarde hacemos esto. En la noche rentamos una película…

¡Digo! ¡Hablando de omnipotencia! En nuestra niñez poseemos y logramos todo. Pero, conforme crecemos, nuestros padres nos enseñan a bajar ese afán de omnipotencia. A conformarnos con menos de lo que merecíamos, para que no sufriéramos demasiado. Así que empezaron a inculcarnos que debemos conformarnos, que debamos soñar menos, que debamos ser menos… Por consiguiente, nos “educaron” para limitar nuestro potencial. De tal manera que intentamos aniquilar ese espíritu de omnipotencia con el que fuimos creados, pero, por más que nos esforcemos, no lo conseguimos. Y como no logramos matarlo, tiende a surgir a cada instante; entonces, vivimos sometidos a una terapia continua. Algunos se desahogan abusando del alcohol o de las drogas. Otros abusan del cigarro, otros más optan por comer en exceso Quienes no cuentan con los recursos económicos suficientes para esas adicciones, eligen el fanatismo religioso. Lo hacen buscando arrancarse de una vez por todas ese deseo de omnipotencia que, en realidad, todos debemos alimentar, que no es negativo; por el contrario, ¡es benéfico!

Muchos acostumbran condicionar sus logros con un: “Si Dios quiere”. Él sí quiere, solo falta que tú quieras. La gente no gana más dinero porque no cree que pueda ganarlo. Puesto que no cree, no lo intenta y, por lo tanto, lleva a cabo su trabajo y nada más. Hace muchos años aprendí que existe una condición importante para el desarrollo: “Haz tu trabajo, y no sólo tu trabajo, sino un poco más.” Y ese poco más te generará más resultados que todo tu trabajo. Ese poco más es el que te convertirá en una persona extra…ordinaria, aquella que, realiza algo extra, algo que la ordinaria no hace.

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